sábado, 17 de noviembre de 2007

SHINTO

Cuando nos anonada la desdicha,

durante un segundo nos salvan

las aventuras ínfimas

de la atención o de la memoria:

el sabor de una fruta, el sabor del agua,

esa cara que un sueño nos devuelve,

los primeros jazmines de noviembre,

el anhelo infinito de la brújula,

un libro que creíamos perdido,

el pulso de un hexámetro,

la breve llave que nos abre una casa,

el olor de una biblioteca o del sándalo,

el nombre antiguo de una calle,

los colores de un mapa,

una etimología imprevista,

la lisura de la uña limada,

la fecha que buscábamos,

contar las doce campanadas oscuras,

un brusco dolor físico.





Ocho millones son las divinidades del Shinto
que viajan por la tierra, secretas.
Esos modestos númenes nos tocan,
nos tocan y nos dejan.




J.L. Borges

1 comentario:

Anónimo dijo...

me encanta todo

y vengo de

http://agthome.blogspot.com/