jueves, 8 de noviembre de 2007



(N. Roerich. Krishna)

En la noche terrible, substancia natural de todas las noches,

en la noche de insomnio, substancia natural de todas mis noches,

recuerdo, velando en una incómoda modorra,

recuerdo lo que hice y lo que podía haber hecho en la vida.

Recuerdo, y una angustia

se esparce por mi todo como un frío del cuerpo o un miedo.

Lo irreparable de mi pasado - ¡ése sí que es el cadáver!

Todos los demás cadáveres puede que sean ilusión.

Todos los muertos puede que estén vivos en otro lugar.

Todos mis propios momentos pasados puede que existan

en algún lugar,

en la ilusión del espacio y del tiempo,

en la falsedad del devenir.

Pero lo que no fuí, lo que no hice, lo que ni siquiera soñé;

lo que ahora veo que debería haber hecho,

lo que sólo ahora claramente veo que debería haber sido,

eso es lo que está muerto más allá de todos los Dioses,

eso - que tal vez hoy sea lo mejor de mí - es lo que ni los Dioses hacen vivir...

Si a cierta altura

hubiese vuelto hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha;

si en cierto momento

hubiese dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí;

si en cierta conversación

hubiese tenido las frases que sólo ahora, en el entresueño, elaboro,

si todo eso hubiese sido así,

hoy sería otro, y tal vez el universo entero

sería llevado insensiblemente a ser también otro.

Pero no giré hacia el lado irremediablemente perdido,

no giré ni pensé en girar, y sólo ahora me doy cuenta;

pero no dije no o no dije sí, y sólo ahora veo que no lo dije;

pero las frases que me faltaron en ese momento me surgen todas,

claras, inevitables, naturales,

la conversación terminada concluyentemente,

el asunto totalmente resuelto...

pero sólo ahora lo que nunca fue ni será hacia atrás me duele.

En lo que fallé de verdad no tengo esperanza alguna

en ningún sistema metafísico.

Puede ser que a otro mundo pueda llevar lo que soñé,

pero ¿podré llevar a otro mundo lo que me olvidé de soñar?

Esos, los sueños por tener, sí que son el cadáver.

Lo entierro en mi corazón para siempre, para todo el tiempo,

para todos los universos,

en esta noche en que no duermo, y el sosiego me cerca

como una verdad que no comparto,

y allá fuera el claro de luna, como la esperanza que no tengo,

es invisible para mí.

Fernando Pessoa (11-5-1928)

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