martes, 8 de enero de 2008

Había una vez un lugar...

Hay un lugar sin nombre, sin un nombre que se pueda decir con palabras o que podamos entender con el intelecto.

Este lugar existe desde el comienzo de todos los tiempos...

Éste es un mundo de sonidos, olores, texturas, colores y formas que no le pertenecían a nadie. Su sabiduría es tal, que se bastan a sí mismos; se mezclan, mutan y sus vínculos crean todo lo más puro y hermoso que podamos imaginar.

Tienen vida propia.

El hombre, poco a poco, logró ir descubriéndolos, y ellos fueron dejándose ver, prestándose para esa búsqueda.

El tiempo pasó, y cada uno fue utilizado de tantas formas como hombres han pasado por este mundo, pero aún se cubren con un velo.

De ese amplio universo, sólo llegamos a vislumbrar algunas estrellas.

Por eso existen, por eso pertenecen a ese lugar al que, aunque no podamos llegar, nos es permitido alcanzar su reflejo.


Un lugar, un tiempo, un reflejo.

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